martes, 5 de agosto de 2014

Como una polaroid.

Fue tal y como había imaginado que sería. Llegó como soñaba que llegase. Ocurrió como debía ocurrir.
Y se quedó para siempre.

Fue como sacar una foto con una polaroid...
No buscaba nada concreto, ni esperaba algo único e irrepetible que pudiese capturar.
Simplemente apareció ese momento, ese instante, en frente de mi objetivo, como si el destino lo hubiese forzado.
Entonces, no pude evitarlo, ni ignorarlo, ni pasar de largo...
Agarré rápidamente la cámara. Fijé mi objetivo (ni si quiera me molesté en enfocar o en pensar en la luz del momento) y, suavemente, disparé.
Al instante, miles de partículas y reacciones químicas, totalmente desconocidas para mi, comenzaron a invadir la pequeña polaroid, que había accedido a retener el tiempo, a guardarlo, pero sobre todo, había accedido a entregármelo...

De su interior salió aquel instante, aquel momento que había conseguido salvarse del olvido.
Al principio todo estaba oscuro. No había nada claro, solo oscuridad. Vacío. Había miedo a lo desconocido, a lo que pudiera pasar. Miedo a no entender y a no ser comprendido.
Con el paso del tiempo, la instantánea comenzó a coger color, empezó a tener sentido. Había colores, vida, luz.
Cogí el pequeño recuadro con mi mano derecha y agité la imagen. Entonces ocurrió algo inexplicable.
Cuando volví a mirar la instantánea, tú estabas en ella.

Y así fue como llegaste a mi vida.
No fijé mi objetivo, ni busqué en ti algo diferente o único, pero cuando disparé y advertí tu presencia, mi cuerpo reaccionó y se hizo adicto a ti.
Al principio, no había nada claro, no entendía que parte de mi vida serias,  pero con el tiempo, fuiste cogiendo color, te descubrí y me dejaste descubrirte.
Y al final, como en una última sacudida, me enamoré de ti.












domingo, 1 de junio de 2014

Un acto de amor desinteresado.


"Creo en las capacidades curativas que tiene un buen café caliente y un libro de misterio.
Creo que, en el amor, la distancia es directamente proporcional al número de besos que tus labios no pueden controlar.
Creo en la lluvia, en el olor a tierra mojada y en su forma de inspirar a miles de escritores escondidos tras las pantallas de sus ordenadores.
Creo en tu sonrisa y en la forma en la que brillan tus ojos al verme.
Creo en los pequeños momentos, los que ocurren cuando se está matando el tiempo.
Creo en la belleza de lo que no existe, de aquello que desconozco y de lo imposible.
Creo en el poder que encierra un "no" y en la capacidad que nos otorga para convertirlo en un "si".
Creo en esas sonrisas autónomas e incontrolables que deciden iluminar el mundo cuando nadie está observando y que nacen cuando pienso en ti.
Creo en que, el peor castigo es el de las ausencias, los grandes huecos, el enorme vacío dibujado por los recuerdos insistentes...
Creo en lo sublime del olvido, y en su capacidad para ser perturbador.
Pero, por encima de todas las cosas, creo en los actos de amor desinteresados".

Y allí estaba él, de pie, en mitad de la silenciosa multitud. Habían parado la película y todo el mundo se preguntaba quién era aquel chico que había entrado corriendo por la puerta trasera de la sala de cine.
Encendieron las luces, pero yo no las necesitaba para saber qué, el que había gritado semejante discurso había sido Matt.
Sus ojos me buscaron rápidamente, y rápidamente me encontraron.

"Dijiste que últimamente estaba distante y que algo en mí, había cambiado. Me di cuenta de lo que me ocurría en cuanto recordé que hoy habías quedado con alguien que no era yo para ir al cine.
Te imaginaba agarrando una mano que no era la mía, haciendo que otros ojos brillasen y respirando cerca del cuello de otra persona.
Entonces entendí que, prefería que el tiempo pasase rápido a tu lado, en vez de lento, pero lejos de ti".



jueves, 29 de mayo de 2014

La partida de ajedrez

Sueño con jugar contigo al ajedrez, 
con distraerte cada vez que tu peón avanza, 
y cada vez que avanzas con la  mirada.
No me importa perder
porque a cambio me gano tu sonrisa
y entonces pones en jaque a la reina, 
a la princesa, a la chica que soy
cuando estoy contigo.

No sirven las estrategias,
ni las  jugadas, 
al igual que tampoco sirven
los nervios o el miedo.
Contigo funcionan los besos, 
las caricias en el cuello,
los vestidos y las faldas.

lunes, 24 de marzo de 2014

Un café como tú.

"-Para hablar sobre ti necesito un buen café.
Un café caliente, con chocolate, azúcar y canela, un café dulce. Como tú.
-Entonces, pídele un café así a la camarera. Quiero que hables de mi.
-No puedo pedírselo, aquí no hacen cafés como tú.
-¿Dulce como yo?.
-No, especial como tú".


El corazón de un elefante.

Quisiera que mi corazón fuese como el de un elefante.
La verdad es, que no tengo la menor idea sobre el corazón de un elefante, pero le pienso fuerte, apasionado, agitado, grande, y sobre todo, curtido.
Si yo tuviese el corazón como el de un elefante, (como el del elefante que vive en mi cabeza y en algunas otras), sería capaz de soportar el que tú, te alejases de mi, sin que me doliese lo más mínimo.
Sería tan sólo una chica con el corazón como el de un elefante, y tú, tan sólo serias la persona más afortunada del planeta, pues en mi pecho no habría lugar ni tiempo para las preocupaciones o los miedos.
Sería inquieta, curiosa, como una exploradora que viaja por cada uno de los recovecos de tu cuerpo.
Sería capaz de aceptarte por completo, sin excepciones. Cada uno de tus fallos, cada uno de tus errores, quedarían anulados por tus sonrisas, por tus miradas, por tus besos, por tus caricias...
Pero sobre todo, si tuviese el corazón como el de un elefante, sería capaz de olvidar cada minuto pasado contigo, cada hora de mi vida invertida en besarte, tocarte, recorrer tu pecho... Porque mi corazón, sería capaz de recuperarse después del golpe, después de la caída, después del salto al vacío.










lunes, 24 de febrero de 2014

El desastre de Corazón.

Me inquieta pensarte, me inquieta no tenerte cerca.
Me encanta entenderte, pero aún más el no hacerlo.
Me encuentro mientras consigues que me pierda.
Muero por tu sonrisa. Sueño con tus ojos. Extraño tus manos.
Un día camino hacia tu pecho y avanzo rápido.
Otro día me alejo de tu cuello y te pierdo por unos instantes.
Los botones de tu camisa me miran y me sonríen cada mañana.
Mi falda revolotea cuando te ve.
Puede que tú seas mi poesía. O puede que no...
Sólo tú entenderías esto y no creo que jamás lo entiendas.
Me arrepiento al pensarte, durante diez segundos, y luego paso minutos enteros deseando besarte.
No me empeñaré en ponerle nombre y apellido a esto, jamás.
Termina la canción y el ritmo que marcas en mí sigue vibrando.
Durante una tarde entera haces que me sienta especial.
Por las noches me enfado conmigo misma por haberte permitido conseguirlo.
Mientras cabeza y corazón libran su batalla, mis ojos se pierden en tu mirada.
Punto de nuevo para ti. Y de nuevo, sólo tú entenderías esto.
Y de nuevo, jamás lo entenderás.
La otra noche, debajo de la mesa, mis zapatillas querían rendirse ante el forcejeo de tus piernas.
No podían.
Al igual que yo no puedo morir por tu sonrisa, soñar con tus ojos, o extrañar tus manos.
No puedo. Pero quiero.
Quiero acercarme a tu cuello cada noche y que los botones de tu camisa se rindan ante mí.
Puede que esta termine siendo nuestra poesía. O puede que no...
Todo depende de ti.
Pero por si acaso mi falda deja de revolotear al verte,
bésame antes de que te marches,
o antes de que la cabeza gane la batalla...

Punto y seguido.

La vida está llena de baches. Hay agujeros por todas partes, piedras sueltas por el camino, carreteras mal asfaltadas, sendas perniciosas...
Ella, Erin. Él, Sam.
Sam fue el bache de Erin, su piedra suelta en el camino, su kilómetro mal asfaltado, su senda perniciosa.